27 mayo, 2010

El final de Lost

Mucha tinta se ha vertido desde que, hace dos días, terminara la serie número uno en lo que a misterio, "cliffhangers" y personajes (impagables Sawyer y Hurley, en mi opinión) se refiere. Después de seis años de incertidumbre, dudas, nervios y mucha, mucha emoción, llegó el día de la gran final que a unos ha defraudado y a otros ha satisfecho.

He leído de todo. En "la Razón", por ejemplo, catalogaban el final como un giro hacía lo espiritual por encima de la rivalidad con lo científico que, a lo largo de la serie, había sido la tónica habitual (la oposición de Jack contra Locke, del científico contra el creyente). En otros lugares se hace relevancia del fraude al que se han visto expuestos los fans de la serie que, al término del episodio, todavía se preguntaban cuando llegarían todas las respuestas que tanto habían ansiado durante los últimos años. Ana García Siñeriz se preguntaba (todavía a estas alturas, pobre mujer) que de dónde había salido el famoso oso polar de la primera temporada. Si algo ha caracterizado la serie más polémica e innovadora de la televisión de los últimos años, sin duda, han sido las preguntas.

Preguntas, preguntas, preguntas. ¿De dónde sale esa isla y qué es en realidad? ¿Quién construyó esa infraestructura que aparece por toda la isla, esa estatua, ese templo, esa fuente del último episodio? Sé que algún gracioso dirá que fueron los encargados de decorado, pero, ya en serio, a mí esas cosas me interesaban, igual que muchas otras. No queda muy claro que pinta al final el señor Windmore en su regreso a la isla. No sabemos que ocurre con Desmond después del fin, imagino que vuelve con Penny y todo lo demás, pero ¿quién sabe? Tampoco sabemos lo que era en realidad el Humo Negro, si es que aún seguía siendo el hermano de Jacob, o quizás se trataba de una entidad maliciosa con oscuras intenciones (léase diablo). En fin, como ya sabéis, muchas cuestiones quedan en el aire con esta gran serie que a nadie deja indiferente.

Mi sensación tras contemplar la final fue, como mucha gente, primero de incertidumbre, luego de perplejidad, y finalmente de frustración. ¿Qué pasa con las respuestas?, me pregunté. Después de un segundo visionado, forzado por la nefasta retransmisión de Cuatro (la cadena que, como mi madre suele decir, se metió en camisa de once baras, aunque nunca entendí el significado de tal comentario), sin embargo, el final me pareció satisfactorio, y legítimo, aunque no gozaba de la elegancia ni el estilo a que nos tenía acostumbrados la serie. Por un lado, resuelve el drama de los personajes. En este punto, concluye la historia como toda historia ha de concluir, pues por mucho misterio que ésta tenga, siempre ha de finalizar las tramas de los personajes que la conforman, y que, en última instancia, representan el espejo en el que los televidentes, lectores, o lo que corresponda, se acaban mirando. Por otro lado, la resolución de la realidad alternativa, me parece una vulgaridad: el purgatorio es... bueno, una conclusión nefasta, algo así como la luminosa idea de que Resines se despierte al final de "Los Serrano" y todo haya sido un sueño. Está muy visto, entra dentro del tópico, o casi. Es emotiva, de acuerdo; yo también me emocioné al ver a toda la tropa, allí juntos, dándose abrazos y besos, pero no está a la misma altura que todo lo que el resto de la serie proponía. Asimismo, que no se contesten a ciertos misterios, por un lado se me hace comprensible, pero por otro... joder, me dejó como si me acabasen de robar la cartera. Intentar contestar a las propuestas metafísicas de la isla, es como intentar dar una respuesta a lo que es Dios, para qué sirve la fe, o que nos espera después de la muerte. Cualquier cosa habría sonado pedante y de dudosa verosimilitud. Por eso creo que esas cosas quedan mejor al otro lado del telón, sumidas en todo el misterio que ha rodeado la serie desde el comienzo. Sin embargo, no puedo evitar pensar en el despliegue que los creadores han hecho para sembrar con cada capítulo más intriga, más misterio, más y más y más. Y con todo, que no resuelvan al menos una parte de tantas cuestiones, hace que me sienta como si me hubieran suministrado sedantes para un dolor del que prometen me despertaré como nuevo, pero que al concluir la serie, no ha desaparecido. Así es como me siento, y también, por supuesto, algo triste por no poder continuar el tratamiento.

En definitiva, me parece un cierre legítimo (mucho mejor que el de Expediente X), pero algo amargo en el fondo, tanto porque se acaba, como por la sensación que me ha dejado ante las respuestas.

Supongo que como a otros cientos de miles de espectadores.

En fin, demos gracias a los señores Carlton Cuse y Damon Lindeloff, y como no, a J.J. Abrahams por brindarnos un entretenimiento tan brillante a lo largo de estos seis años. Yo, por mi parte, esperaré con ciertas espectativas sus próximos proyectos ya que, por lo menos, no me han defraudado del todo.

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