12 octubre, 2010

Reseña de cine: Wall Street y Wall Street: el dinero nunca duerme.






Título: Wall Street
Dirección: Oliver Stone.
Guión: Stanley Waiser y Oliver Stone.
Reparto: Michael Douglas, Charlie Sheen, Martin Sheen, Daryl Hannah, (...).
Duración 120 min.
Género: Drama, finanzas.
Año: 1987.






Título: Wall Street, el dinero nunca duerme.
Dirección: Oliver Stone.
Guión: Allan Loef, Stephen Schiff.
Reparto: Michael Douglas, Shia LaBeouf, Carey Mulligan, Susan Sarandon, (...).
Duración 130 min.
Género: Drama, finanzas.
Año: 2010.






Wall Street es un drama sobre la ambición y el poder que el dinero ejerce en nuestras vidas, esto es, en la de los ciudadanos normales de a pie, pero visto desde el punto de vista de quienes cortan el pastel: los especuladores y hombres de negocios de más alto nivel del mundo, los tiburones de Wall Street. Este fin de semana lo dediqué a ver ambas entregas y para solaz de todo el que lea esta reseña comentaré que me han parecido. Empezaré por Wall Street 1987.

Wall Street 1987 es el relato del ambicioso Budd Fox (interpretado por Charlie Sheen), un joven recién graduado en la universidad de Finanzas que sueña con hacer negocios con las grandes fortunas de Wall Street. Trabaja en una oficina de inversión donde opera con el capital de clientes externos mientras sueña con pescar al pez más grande de la pecera, el envidiado y legendario Gordon Gekko, una leyenda viva en el mundillo, que representa como nadie la ambición y el poder del dinero. Un tipo al que le sobran billetes, personalidad y mala baba.

Budd intenta llamar la atención del inaccesible Gekko, al que todo el mundo tiene por fuente de información fidedigna para ganar dinero rápida y fácilmente. Después de una serie de intentos frustrados que no logran superar la barrera principal que rodea a todo hombre de negocios (su secretaria), Budd consigue pescar a Gekko con un negocio basado en un soplo de información interna que le suministra su padre (interpretado por su padre en la vida real, Martin Sheen), directivo de una aerolínea A partir de este punto, Budd consigue atraer su atención y Gekko le enseña algunas lecciones maestras sobre el valor de la información, qué es el mercado, cómo especular, y todos los trucos (sobre todo los ilegales) para dirigirlo según su propia conveniencia. De fondo observamos el funcionamiento interno de la Bolsa y entendemos que lo que para algunos resulta azaroso e impredecible, para otros es intencionado, previsible y beneficioso. Gekko (interpretado por Michael Douglas) encarna al depredador bursatil por antonomasia, sin conciencia, con ilimitada ambición, un hombre lleno de energía y con unas cuantas verdades que decir sobre el mundo. Gekko tiene los pies en la tierra. Sabe de lo que habla cuando habla, y se nota. Sobre este personaje se construyeron más tarde todos los modelos sobre hombres de negocio en el cine. Douglas ganó gracias a este papel una bien merecida estatuilla. La trama del filme es interesante, pero el trasfondo puede resultar demasiado técnico para algunas personas. Mi novia, por ejemplo, siempre se perdía cuando empezaban a hablar de tácticas financieras, algo que sucede con frecuencia en la película, lo que me llevaba a detenerla para explicarle por donde iban los tiros.

En Wall Street 1987 subyace el mensaje de que el dinero mueve el mundo, que sólo unos pocos saben tirar de los hilos adecuados, y que el capitalismo es una mentira autoconsciente y teledirigida creada para el beneficio de unos pocos y la frustración de muchos. Oliver Stone hace un retrato perfecto de la ambición financiera de los ochenta, de la America liberal de los negocios y los pelotazos, de lo que es, en definitiva, el personaje más importante de la película, el dinero. En la dirección muestra mano firme, un paisaje urbano y mucho caos y ruido sobre el parquet. Por el mismo precio nos regala a un personaje como la copa de un pino, el inimitable Gordon Gekko. Por cierto, la frase "el dinero nunca duerme" es suya, y sólo aparece en esta película.

A cotinuación Wall Street, el dinero nunca duerme. Más tras el salto.

(Viene del salto)

Wall Street 2010 no es, contra lo que muchos han afirmado, un remake actualizado de la película de 1987. Es más una segunda parte en toda regla, con un argumento diferente en todo lo importante. El único nexo común entre ambas es Gordon Gekko. El protagonista esta vez es Jacob Moore (interpretado por Shia LaBeouf), novio de Winnie Gekko, que trabaja como ejecutivo en una empresa con intereses en energía y combustibles. Una serie de apuestas arriesgadas hacen que la empresa que dirige su mentor se hunda y con ella las posibilidades de negocio que Jacob mantiene en un centro de energías verde con sede en California que parece que estar a punto de conseguir la fusión del hidrógeno. En medio de la catastrofe, sale de la cárcel el padre de Winnie, Gordon, con el cual Jacob se relacionará para obtener cierta información sobre el hombre que ha destruido la empresa donde trabajaba. Esta historia, además, toca de una forma muy indirecta la crisis financiera de estos últimos tiempos mientras arenga al personal con un montón de mensajes obvios e innecesarios.

Lo principal. Vaya por delante que Wall Street 2010 es una mala segunda parte. El argumento y los personajes son un montón de bocetos desdibujados e inconexos. De los personajes no quedan demasiadas claras sus intenciones en ningún momento, y en la quema general ni siquiera Gordon se salva. Todos parecen atender a los caprichosos vaivenes del alocado argumento, en el cual podemos ver como todo el trasfondo de negocios de la anterior entrega se diluye aquí en una historia de amor insulsa, con personajes huecos (mala suerte para el chaval de apellido impronunciable) y poco interesantes. Por si fuera poco, abundan las moralinas y el discurso catastrofista, lo cual deja a la película aún peor parada.

El argumento, que empieza bien, progresa hacia algunos disparates como son: a) que la fusión del hidrogeno dependa de sólo cien millones de dolares, o b) que se puedan lograr milagrosos efectos con sólo publicar una noticia. Lo único que hace reflotar un poco a la película son las apariciones de Douglas, aunque su personaje haya perdido en esta entrega toda la fuerza y energía precedentes. Las apariciones de otros personajes como Susan Sarandon o Josh Brolin resultan anecdóticas y se desarrollan muy poco, centrando casi todo el peso del argumento en la desafortunada pareja. Este chico, LaBeauf ("la carne" en francés), parece metido en el papel con calzador, del mismo modo que ocurría en Indiana Jones, donde le hacía de mal carado discípulo a Harrison Ford. Sinceramente, no creo que esta película tenga mucho éxito en taquilla vistas las críticas que ha recibido y parece destinada al fracaso igual que las anteriores producciones del señor Stone, que, en los últimos tiempos, parece haber perdido la fuerza y mordacidad de sus comienzos. En cuanto a LaBeouf, intentaré huir de cualquier película en la que aparezca como de la peste bubónica, ustedes me perdonen, pues no acabo de verle talento ninguno para la interpretación. A otro perro con este hueso, querido Hollywood.

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