21 noviembre, 2010

Y los canadienses Arcade Fire llegaron a Madrid


Menos mal que son mis manos las que tienen que contar lo sucedido ayer y no mi voz, porque creo que grité y canté como nunca en este año, y mis cuerdas vocales se han resentido. Y es que el 20 N, dejando a un lado cualquier tipo de connotación política, llevaba marcado hacía muchos meses en mi calendario. Aguardaba con ilusión y nerviosismo mi primer concierto con la banda canadiense.

Arcade Fire me gustó desde el primer momento. Desde el primer tema que escuché. Esos tonos menores y esas letras que van narrando una historia según avanza la música, terminaron por engancharme.

Lo que queda claro es que no es una banda de rock al uso. Solo nos tenemos que fijar en el número de componentes (ocho) y en los múltiples instrumentos que incorporan a parte de las consabidas guitarras y batería. Instrumentos como piano, órgano, violines, acordeón, pandereta, una segunda batería...y hasta instrumentos medievales como mandolinas o zanfonas hacen a este grupo indie-rock, como lo califican los entendidos, una banda realmente peculiar.


Pero vamos a lo que vamos, hablemos del concierto. Las entradas estaban agotadas desde hacia meses y ese lleno que todos esperábamos se hizo patente, primero en las largas colas antes de acceder al recinto, y justo antes de empezar, sobre las 21:45, con un palacio de los deportes lleno hasta la bandera. Después de esperar esos 15 minutos interminables que se retrasó el comienzo, donde no podía quedarme quieto y el mini de cerveza me pesaba un quintal, se apagaron las luces, y los componentes de la banda empezaron a desfilar camino al escenario.

Los primeros acordes del 'Ready to start' empezaron a sonar, y los gritos y aplausos comenzaron a surgir en una sala deseosa de acción. Tenía mis dudas al principio de si el concierto iba a ser una sucesión de altibajos, con temas de su tercer álbum a priori con una gran variedad de opiniones, pero nada mas lejos. Los canadienses repartieron rock y entusiasmo de manera casi inagotable.


'Neighborhood #2' (Laika) con los dos violines y el acordeón terminaron de calentar y enfervorizar al pabellón. Un exaltado palacio de los deportes siguió disfrutando sin descanso de temas como 'No cars go', 'Haiti', 'Modern man'. Al terminar 'Rococo', Butler recordó que un euro de cada entrada iría destinado a obras de caridad, y es que esta banda ya donó un millón de dólares para Haiti.

"Gracias por venir" nos dijo en español Win Butler. Y demostró que tiene una muy buena voz, que no dejó escapar ninguna nota disonante en todo un señor concierto en directo. Régine Chassagne, su mujer, fue desplazándose de instrumento en instrumento y puso en 'Sprawl II' su voz con una nota de color en su vestuario.


'The suburb', que da nombre a su último disco, fue recibido con tibieza. Después una emotiva 'Crown of love', dio paso a 'Neighborhood #1' (Tunnels) y 'keep the car running' que hizo desatar la locura controlada de los allí presentes.

Las buenas bandas suelen mejorar en sus directos, y esta banda así lo demostró, y es que temas que en los discos parecen no causar mucha sensación, en el directo consiguieron transmitir toda su potencia.

Después de un cierre apoteósico con 'Rebellions' (Lies), los bises 'Intervention' y 'Wake up' completaron el recital de forma magnífica, con todo un palacio coreando las letras. Win Butler y su banda se despidieron con un "hasta la próxima", y cerraron una noche épica que tardará en ser olvidada.





1 comentario:

  1. Qué noche tan buena... habrá que pensar lo de ir a verlos en una próxima ocasión.

    ResponderEliminar