Vamos a planteárnoslo de la siguiente manera. Imagina que vas al despacho de un acaudalado productor de Hollywood con tu guión vestido con su traje de gala, pulido palabra a palabra durante noches enteras en vela. En él has puesto toda tu ilusión. Es una historia seria, profunda, que invita a la reflexión y a un examen de conciencia. Piensas que sería capaz de conmover al corazón más duro y convertir al sensible en pulpa. Te ha costado mucho llegar hasta ese suntuoso despacho en una colina llena de mansiones en Hollywood. Te sientas en la butaca que queda frente a la mesa del poderoso prohombre, con el fajo de páginas apretadas contra tu pecho como si éste fuera un recién nacido, vulnerable y expuesto. El hombre de negocios te mira por encima de su habano. El puro es tan grande y grueso como un bate, y te preguntas si no lo utilizará para despedir a mamporros a los guionistas frustrados. Es la tercera vez desde que has entrado que lo hace desfilar por debajo de sus orondas fosas nasales (sus orondas y jodidas fosas nasales de millonario) para aspirar el aroma del tabaco, recreándose, mientras te observa, evaluándo tu imperceptible temblor de manos.
"¿Qué traes ahí, hijo?", pregunta con el atisbo de una sonrisa despiadada en el rostro. Tú le tiendes el manuscrito, procurándo que no note el amor inmenso que le dedicas. Lo mucho que te importa. Las infinitas horas que le has dedicado. Pero el productor no hace ningún gesto para alcanzar el puñado de páginas. No quiere ni tocarlas. Finalmente, desistes de pasárselo y lo devuelves al hueco caliente junto a tu corazón. En tu rostro empiezan a aparecer las primeras arrugas que anticipan el fracaso."No tengo tiempo para leer-dice el productor- Cuéntame de qué trata." Y al oír esto piesas que quizás te quede una oportunidad. No es una derrota lo que todavía no ha terminado. Con encendida dialéctica pasas a enumerar las maravillas que has volcado durante días en aquella idea que, como un tesoro, se han transfigurado poco a poco en un pedazo de alma hecha prosa. No aflojas ni un milímetro en tu entusiasmado discurso, ni siquiera cuando el productor comienza a exhalar nubes de pestilente humo de habano hacia vuestra cara. Al final, el torrente de palabras se detiene. Ya está. Lo has soltado todo, y piensas que aquello podría haber convencido a un pacifista militante de que se alistara al ejercito. El productor se recuesta en el sillón y le da un par de caladas más a su humeante garrote incandescente. Te observa de hito en hito, y no parece en absoluto convencido.
Abre la boca a cámara lenta.
"Está muy bien...", dice. Sus palabras quedan suspendidas en el aire. Mal empezamos, piensas. La sangre comienza a herviros en las venas, y no puedes evitar que la frustración se convierta en hostilidad, y ésta se refleje en vuestra mirada. Sabes lo que sigue a continuación. "Pero no es exactamente la clase de material que andamos buscando", juzga. ¿Y él que sabrá de esto?, te preguntas. Ni siquiera muestra mucha imaginación a la hora de deshacerse en excusas. ¿Y qué era esa mierda de que no leía? ¿Cómo puede un productor no leer un guión? Respiras hondo. "¿Y qué clase de material andan buscando?", preguntas, la voz tensa como los cables de un piano. El tipo le da otra tranquila calada al habano, mientras tú sientes el vértigo que sigue a la caída de la nube. El suelo abajo está muy duro. Siempre lo está. Piensas en la letra de la casa, en la del coche. Dentro de poco es el cumpleaños de tu mujer, y habías pensado que si la entrevista tenía éxito, podrías regalarla algo lujoso. En fin, nada que importe demasiado a estas alturas. El productor retuerce los labios en una mueca de y yo qué sé. "Pues ya sabes. Algo de acción con un trasfondo pseudometafísico. Que tenga artes marciales o luchas a sangre fría con katanas. Añádele algunas chicas sexys con un buen repertorio de poses sexys... no sé, seguro que te haces a la idea. Tú pareces muy inteligente. Viajes en el tiempo. Siempre tienen su público. Robots. Dragones. O mejor aún, las dos cosas. ¿Y por qué no? Muchas explosiones. Eso no puede faltar. Guerras... Algo para que las masas descerebradas, y las peluqueras de Hollywood, se esparzan en la sala de cine".
Vale. Ha sido una introducción un poco larga, pero no podía resistirme tras la diarrea mental que me ha ocasionado ver el siguiente trailer. Pertenece a la película en la que Zack Snyder, director de Watchmen o 300, está trabajando. Su nombre: Sucker Punch. No sé vosotros, pero seguramente Zack fue capaz de anticiparse a toda esta escena, y por eso llevó el guión correcto a las manos adecuadas (amarillas por el humo de habano). De modo que en 2011 acabará por llegar a las salas de cine esta obra maestra. El trailer no tiene desperdicio. Me pregunto cúal será la formula de su pegamento...
"¿Qué traes ahí, hijo?", pregunta con el atisbo de una sonrisa despiadada en el rostro. Tú le tiendes el manuscrito, procurándo que no note el amor inmenso que le dedicas. Lo mucho que te importa. Las infinitas horas que le has dedicado. Pero el productor no hace ningún gesto para alcanzar el puñado de páginas. No quiere ni tocarlas. Finalmente, desistes de pasárselo y lo devuelves al hueco caliente junto a tu corazón. En tu rostro empiezan a aparecer las primeras arrugas que anticipan el fracaso."No tengo tiempo para leer-dice el productor- Cuéntame de qué trata
Abre la boca a cámara lenta.
"Está muy bien..."
Vale. Ha sido una introducción un poco larga, pero no podía resistirme tras la diarrea mental que me ha ocasionado ver el siguiente trailer. Pertenece a la película en la que Zack Snyder, director de Watchmen o 300, está trabajando. Su nombre: Sucker Punch. No sé vosotros, pero seguramente Zack fue capaz de anticiparse a toda esta escena, y por eso llevó el guión correcto a las manos adecuadas (amarillas por el humo de habano). De modo que en 2011 acabará por llegar a las salas de cine esta obra maestra. El trailer no tiene desperdicio. Me pregunto cúal será la formula de su pegamento...
No hay comentarios:
Publicar un comentario