03 junio, 2010

Crónica de la muerte de un planeta.


Imaginad por un instante lo siguiente. Una mañana te levantas, con las primeras luces, y abres la ventana de tu dormitorio. Miras al cielo y ves una gran bola de fuego que empieza a aparecer llenando toda la linea que separa el cielo de la tierra y su tamaño es tan grande que el calor en este amanecer ya distorsiona la línea del horizonte. En unas horas la bola de fuego (la estrella en cuestión tiene el nombre de wasp-12b) habrá cubierto por completo todo el cielo. Esto es mucho imaginar, por supuesto, pero así habría de sentirse un habitante del planeta que rota entorno a dicha estrella si pudiera soportar los 2500 grados centígrados de temperatura que alcanza su superficie. A un planeta como este se le denomina Júpiter Caliente porque tiene una masa semejante o superior a la de ese planeta, (en este caso en particular tiene un 80% más) pero con el inconveniente de encontrarse tan cerca de su estrella que se ha vuelto casi por completo gaseoso a causa de la atracción que ésta produce. De hecho, esta fuerza es tan grande que el planeta ya ni siquiera es redondo, sino que tiene forma de balón de rugby, tal y como ha podido constatar el telescopio Hubble. Tras el salto, la prueba.


La pesadilla descrita en algunos relatos de ciencia ficción está siendo documentada estos días por el científico chino Shu-Li. Este caballero afirma que la fuerza de atracción es tal que el planeta, pese a ser tan grande, ya no puede contener su propia masa a consecuencia de las fuerzas de marea causadas por el astro, por lo que cada segundo pierde seis millones de toneladas de masa. En nuestra querida y segura (por el momento) Tierra, tenemos un satélite llamado Luna que por su fuerza de gravedad mueve las aguas del mar. Es lo que llamamos el influjo de las mareas, el agua sube y baja de nivel. Bien, pues imaginad esto, pero a lo bestia. La piedra (que ya no es piedra, sino gas) desprendiendose y levantandose hasta el cielo resplandeciente de pura luz blanca. Terrible, ¿verdad? No hay lugar donde esconderse, no hay sombra ni chiringuitos de playa donde hallar algo de sosiego en este Júpiter Caliente.

Pese a que el ritmo de tal agonía pueda parecer rápido (seis millones de toneladas serían bastantes para nuestro pequeño mundo), en realidad no lo es tanto, al menos según nuestra percepción. El proceso para que el planeta se consuma puede durar diez millones de años. Este tiempo en realidad es un instante si hablamos desde la perspectiva del universo (nuestra Tierra tiene 4550 millones de años, ¡y sólo es un niño según esos cánones!), por lo que tendréis tiempo de sobra para ir a hacer pipí, coger un refresco y sentaros en vuestro sillón favorito a ver como este desgraciado planeta es devorado por su sol. ¡Hasta luego, cocodrilo!

Qué angustia.

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